jueves, 29 de diciembre de 2011

La vida más concreta.

Es verdad que me de gusto en grado diferente encontrarme amigos o personas que conozco. Después de la sonrisa y el cordial saludo, es casi infalible un cuestionario, desde la primera pregunta del ¿Cómo estas? y el ¿Cómo te ha ido? o la frase con la que se puede dar pie de las anteriores preguntas y esa es: ¡Pero que milagro!


Lo que yo no he aprendido aun, es saber surfear esas olas de preguntas. Más bien medir la información que de mí o de mi familia que quieren saber. Porque creo que se puede tener amigos y a esos tenerle la confianza de platicarles algunas cosas, aveces y sin esperar una respuesta o un remedio sino sólo un consuelo, en que te escuchen y desahogar las penas diría yo. Las personas "amigos" que me encuentro de vez en cuando y que de repente te ven pero sufren amnesia momentánea y que sin encontrar otra frase más que la de: "Perdón no te reconocí" "Pensé que eras Steve McQueen" eso en medida de lo ocurrente. Pero cuando no hay escapatoria porque el camión en el que viajamos va repleto son las mismas preguntas de siempre, indagando hasta del perro que desde que era chico lo regalaron mis Padres a la tía Enedina. Lo curioso es que yo si respondo todas y cada una de las preguntas. Lo ambiguo es cuando decido preguntar y pareciera que a él o ella nunca les pasara nada, nada de nada, un simple bien, bien, es la remota respuesta, casi igual que el pingüino Chilly Willy.






RUBéN

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