ciñendo mi cabeza y la sangre
que baña lentamente mi cara.
Tu pulgar se inclina hacía abajo,
con una ovación por ello
y veo el resplandor de las espadas.
Mis labios rotos sólo claudican palabras
que no querrás escuchar, alejando
tu vida de mi vida, das la media vuelta.
Apresurados suenan los tambores
que rompen el breve silencio después de tu acción,
los velos y collares de las danzantes se agitan.
Y un bacanal se vuelca en el piso de mármol,
no hay nada más que hacer que verles bailar,
no hay nada más que esperar el amanecer para el final.
RUBéN
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