La firmeza en las palabras es lo que más convence a cualquiera, de tal modo la mirada y el gesto también podría ayudar a que las palabras sonaran aun más solidas. Por azares de la vida me encontré a un viejo amigo que cuando nos conocimos fue en la época de los ochenta. Ambos recordamos eso, ahora casi treinta años después él con su esposa y su hijo de nueve años paseando en un centro comercial, me comenta de manera insistente "que no he cambiado nada" (...), "que estoy igualito", casi, casi, como aquellos días. De verdad que había pasado un largo tiempo en que nos pudiéramos detener a charlar ya fuera brevemente. Las adulaciones estaban al dos por uno, cosa que yo no podía hacer, de verle tan cambiado y como podría decir ahora: él es todo un señor. Lo curioso de esto y a la vez gracioso, es que él asegura que hasta los lentes de sol son los mismos, el mismo corte de pelo, los pantalones de mezclilla y siempre pero siempre calzando tenis. Sin lugar a duda en la mente de mi amigo la bella época ochentera hacen que mi imagen o mi persona le recuerden aquel tiempo. Lo que no sé de antemano, es por qué piensa que los Wayfarer son de la época ochentera, cuando que se patentaron desde 1953, mis gustos pueden ser casi los mismos de algunas cosas pero ser identificado con la firme certeza de no haber cambiado en nada después de treinta años si es sacar de la historia una firme mentira. Espero realmente que si un día me vuelvo a encontrar a mi amigo, no nos tardemos treinta minutos de treinta años atrás platicando del clásico modelo Wayfarer con el que él hace que no pase el tiempo sobre mí.
RUBéN
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